miércoles, febrero 07, 2007

Entiendeme, me hace falta



Procusto era el apodo del mítico posadero de Eleusis. Se llamaba Damastes, pero le apodaban Procusto que significa "el estirador", por su sistema de hacer amable la estancia a sus huéspedes. Deseosos de que los más altos estuvieran cómodos en sus lechos, serraba los pies de quien le sobresalieran de la cama. Y a los bajitos les ataba grandes pesos hasta que alcanzaban la estatura justa del lecho. Menos mal que Teseo, el forzudo atleta, puso fin a las locuras del posadero devolviéndole con creces el trato que dispensaba a sus ingenuos clientes.

Me siento acostada en el lecho de Procusto. Que si me voy, que si me quedo, que si lo grito a los cuatro vientos, que si lo callo dentro de mi pecho, que abandono la uni, los amigos, la familia, el coleo, que vendo el apartamento, la nevera, la lavadora, los potecitos para la cocina, que no, que resisto hasta que me monten en un avión y me lancen al río La Paragua.

Que a Costa Rica porque está Sheyla, para Colombia porque está Raúl, Para Miami porque está Evelyn, para Australia porque están los canguros, para Argentina porque quiero vivir en Mendoza.

Que se trata coño de mi vida, que no es que me dio por cambiarle los colores al cuarto, que me olvide de las parrillas en la casa de Carenero, las reuniones ordinarias o extraordinarias del Grupo Maldad, que mis nuevas ansias de estudiar Derecho, que la cerámica del apartamento que quería comprar se quedó atrás, que los juegos de baño que compré hace unos meses los tengo que regalar, que venda los libros y el equipo de equitación, que haga un curso de dj, o que recurra a mis venas de cocinera.

Que me monte en un avión y empiece de cero. Espero que cero me guste. No es arrepentimiento, me voy, me voy, pero no me pidas que no me duela dejar la vida que he conocido atrás. Que nunca fue mi sueño y que ahora es mi realidad, que mueva ese culo para comprar las divisas, que venda el juego de cuarto que no estrené, que me olvide de la burra negra, la yegua blanca y la buena suegra. No me pidas tanto, no hay vuelta atrás te lo prometo, pero déjame expresarme, déjame soñar por un instante que me voy a volver a bañar en Choroní, que volveré a gritar en una talanquera…

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