lunes, septiembre 24, 2007

Habitación 308

Con dificultad podré dormir esta noche, tratare de no apagar la luz, ni la tele, tampoco la laptop. El aire acondicionado esta apagado y cruje. El baño tiene un charco, que a juzgar por el olor, es una mezcla de orine y agua. No tengo valor para bañarme, el moho residente en las juntas de las cerámicas, hace que sea una idea repulsiva. Mañana debería bañarme con un champú para la escabiosis. Escucho a Elvis desgañitarse y forzar sus caderas al rito de Blue Suedes Shoes.

Creí que las habitaciones de hoteles escalofriantes y asquerosas, solo estaban en la mente de Stephen King, de Terminator. No es así. El color de la habitación me hace pensar en un hospital, un verde perturbador que obliga la paredes a amenazarme y hacer que me sientas en un lugar que poco a poco va cercando mi espacio. No he deshecho la maleta, un miedo turbulento se ha apoderado de mi voluntad.

Solo mis dedos continúan en rebeldía, y mi mente lucha tratando de dominarse ante el deseo de huir de esta pocilga. Las puertas, tanto la de entrada como la del baño, están llenas de cicatrices, han sido forzadas una y mil veces.

Creo que estoy perturbada, atravesar Falcón, para llegar a Coro, al ritmo de Canciones de alabanza, solo me hicieron perder el juicio. Antes de volver a este reten, he caminado 10 cuadras buscando agua mineral, en todas las panaderías las personas me miran con cara de sorpresa. Les pregunto ¿qué toman?, no parecen comprenderme, camino por las calles oscuras y repletas de suciedad, de barro.

Cada golpe de puerta me sobresalta, Little Richard, Tutti Fruti. Quisiera que mi reloj marcara las 5 de la mañana, pero apenas son las 9. Los tomacorrientes están a 1 metro veinte del piso. La cerámica curtida, el lavamanos gotea, toda la celda habla y me atormenta.

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